Desde hace unos años, la calidad de las series que se producen a nivel internacional, sobre todo las que salen del horno de gigantes como HBO, son capaces de mantener en vilo a aférrimos seguidores entre los que me incluyo. Pero, ¿cuál es la clave de su éxito?¿qué hace que susciten más expectación que muchas de las películas que se estrenan?.
Creo que la respuesta está en la economía del tiempo. Las series cumplen su función: entretienen y se adaptan a una sociedad que valora mucho su tiempo. En menos de una hora son capaces de condensar buenos diálogos, personajes elaborados, bandas sonoras excelentes y una historia que atrapa. Pese a que me considero una gran amante del cine, las películas -por lo menos, las que se estrenan últimamente-, son una lotería que se debate entre el «ni fu ni fa» y los onanismos mentales de algunos directores.
Con esta reflexión, no quiero caer en maniqueísmos simplones. Las series no dejan de ser un producto adaptado a las masas, que fideliza (negaré haber utilizado este término) y que da un entretenimiento estudiado. Pero, por lo menos, tienen la valentía de renovarse y no quedarse encorsetadas en un tipo de género.