Que elija un día lluvioso y propicio para sumergirse en las profundidades del sofá para escribir de este libro, supongo que no es casualidad. «Después del invierno», de Guadalupe Nettel, lo encontré buceando estas navidades en la La librería del CCCB en Barcelona y se podría empezar a leer en un día como el de hoy. Lluvioso, gris y soleado por momentos. Con esos mismos adjetivos se podría describir el estado anímico de este libro, ganador del premio Herralde de este año.
El libro cuenta con ejes físicos y temporales claros. París y Nueva York son las ciudades en las que se desenvuelve la historia que gira en torno a protagonistas como Cecilia y Claudio, unidos por su origen latinoamericano y sus aficiones intelectuales, o Tom y Haydée, que igualmente resultan claves para entender puntos de inflexión en la vida de los protagonistas. Temporalmente, la novela se encuentra estructurada en estaciones y en el antes y después de la partida de Tom a Sicilia, para recuperarse de su grave enfermedad.
El estilo y lenguaje, salvo por dejes sudaméricanos como «la pijama» o extraños «el radio» que te pueden sacar fuera de la novela por falta de costumbre, refleja una agilidad y una puntería certera en sus descripciones emocionales que me recordaron por momentos al de Casavella en «Un enano español se suicida en Las Vegas».
Antes y después del invierno
La primera parte muestra a una Cecilia que llega a París desde México para estudiar, con claras dificultades sociales y con tendencia a rehuir de la compañía. Una outsider. Todo cambia cuando conoce a Tom, un italiano que vive puerta con puerta con el que conecta rápidamente y con el cual comparte excéntricas aficiones como la de visitar las tumbas de personajes ilustres en el cementerio de Pére Lachaise, situado al lado de su piso y otras mundanas, como disfrutar de tardes enteras escuchando buena música.
Su historia se trunca cuando Tom le cuenta que está enfermo y que se va a ir una temporada a Sicilia. En ese punto, Cecilia pasa de un estado obsesivo y dependiente, a asumir su ausencia. Paralelamente, la novela nos traslada a Nueva York y nos presenta a Claudio: un cubano que gusta de la buena vida, con ciertos traumas del pasado y que vive una vida acomodada proporcionada mayoritariamente por Ruth, una versión pragmática de novia con toques neuróticos. Ahogado por la exigencia de un mayor compromiso, Claudio escapa a París unos días, ciudad donde estudió y donde aún le quedan amigos como Haydée, también cubana y excompañera de piso de Cecilia en sus inicios universitarios.
Los dos protagonistas se conocen, se gustan, sobre todo, porque mutuamente representan una vía de escape a sus respectivas situaciones personales. Pero en el momento en el que Cecilia va a visitar a Claudio a Nueva York se da cuenta de la realidad y vuelve a París. Su vuelta coincide con el regreso de Tom de su retiro y con el ocaso irremediable de su relación. Por su parte, Claudio descubre que el amor tiene muchas caras además de la pasión. Y después del invierno, ambos comienzan una nueva estación en sus vidas.